
En Echo, el piloto original de Dollhouse rechazado por la Fox, se condensan los storylines de los primeros seis episodios de la serie. Un episodio intenso, complejo e inteligente. Al verlo es inevitable pensar cuán diferente podría haber sido la primera temporada y lo lejos que habría llegado la historia si, éste hubiese sido tal como estaba diseñado, el punto de partida.

Con una estructura totalmente alejada del esquema procedimental presenta la mitología de la serie sin detenerse en explicaciones obvias, con las tramas en marcha, sin artificios, sin bailes con minifaldas imposibles. Vemos a Echo en cuatro misiones distintas, con personalidades claramente diferenciadas que poseen habilidades específicas. Una de ellas es un caso pro bono parecido al que después exploraron en Briar Rose, mezclado con Ghost, pero mucho más trabajado.

Descubrimos que Lubov es un activo. Lo vemos en dos escenas con Ballard, por lo que entendemos que pueden ser programados varias veces con la misma personalidad y que por lo tanto estas son almacenadas después de cada misión.

Topher comenta con Boyd que Echo, Victor y Sierra están mostrando tendencias de socialización. Echo muestra las primeras señales de que conserva recuerdos de las impresiones después de los borrados, incluso recuerdos de otras personalidades mientras está impresa.

Ballard tiene su primer encuentro con Echo, encuentro en el que ella escucha su nombre y por accidente ve la foto de Caroline que tiene Ballard. Muestra las primeras señales de indepencia en la toma de decisiones durante una misión.

Para hacernos una idea de lo diferente que habrían sido las cosas, sólo hace falta ver el último plano del piloto. El mismo que se usó en Omega como el último de la serie: Echo diciendo el nombre de Caroline en estado pasivo.
Por si alguien aún lo ponía en duda, este piloto es la prueba definitiva de que la Fox es la absoluta responsable de la falta de consistencia del primer tramo de la temporada de Dollhouse. Esperemos que alguien haya aprendido la lección y que le concedan a Whedon la libertad creativa que merece, aquella que tantos buenos frutos ha dado. Él ha demostrado que no tiene miedo a correr riesgos y que es un maestro encontrando la mejor manera de contar cada historia: un musical para revelar los secretos más dolorosos de sus personajes o cine mudo para contarnos una historia de miedo, porque sabe que no hay nada más terrorífico que no te salga la voz cuando quieres gritar.
En la Fox no necesitan buscar en la videoteca para llenarse de razones. Con la mitad de presupuesto y paralelo al rodaje de Omega, el episodio final de la temporada, Whedon rodó en sólo seis días Epitaph One, ese gradioso flashforward postapocalíptico que desde ya, pasa a engrandecer la lista de sus mejores trabajos.
Mañana lo comentamos con la calma que requiere.
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