Boyhood es una hazaña cinematográfica que consigue capturar el paso del tiempo como nadie lo había hecho antes, retratando algo tan sencillo como el crecimiento de un niño en una familia desestruturada de clase media. Podría decir muchas cosas sobre esta maravillosa obra de Richard Linklater, pero quiero hablar sobre la persona en la que se convierte Mason y la importancia del personaje de Olivia. No revelaré escenas concretas, pero hago referencia al final, así que, si aún no la has visto y quieres hacerlo sin saber nada más, debemos despedirnos aquí.
En varios momentos de la película, somos testigos de la exposición de Mason ante actitudes y comentarios que fomentan los estereotipos de género y la violencia, incluida la sexual, a través de varias figuras masculinas, desde padrastros abusivos a compañeros de cervezas. Estos discursos no provienen solo de los borrachos. Su padre, detrás de su actitud molona, no entiende, por ejemplo, el nulo interés de Mason en los deportes y hace algún comentario sobre su ex-mujer que no hace sentir orgulloso a su hijo. Mason observa y escucha pero, afortunadamente, no convierte ninguno de esos ejemplos en modelo de conducta. Y no lo hace, porque las influencias más importantes las recibe de mujeres, especialmente de Olivia, su madre.

Ser testigo de las luchas cotidianas de una mujer con conflictos ordinarios es una de las cosas más extraordinarias que me ha ofrecido el cine en los últimos años. Olivia es una luchadora que siempre hace lo que cree que será mejor para unos hijos a los que ha dedicado su vida. La vemos tropezar varias veces con la misma piedra, y caer, pero también levantarse para seguir adelante, sin buscar excusas ni culpar a los demás. Las decisiones que toma, crean situaciones de inestabilidad que afectan a sus hijos: padrastros alcohólicos y abusivos, divorcios, mudanzas, cambios de colegio… Dentro de ese caos que parece la infancia de Mason, uno que podría presagiar un destino muy oscuro, Olivia es su constante. Y es en esa mezcla de elementos donde radica, para mí, gran parte de la magia y el triunfo de esta película: Mason navega por las aguas del discurso de la masculinidad tóxica y consigue llegar al primer puerto sano y salvo. Algo que, además de esperanzador, funciona también como homenaje a la madre, una figura a la que la narrativa suele culpar del origen de todos los males del hombre adulto: Don Draper, Tony Soprano, Bill Masters…

Cuando acabé Boyhood no pude evitar pensar en Sally Draper y en como Mad Men es su “Girlhood”. La hemos visto crecer en la serie durante estos años y, por las experiencias que ha vivido, también podría haber quedado atrapada en el círculo vicioso que repite los pecados de los padres. Pero Sally, al igual que Mason, observa lo que ocurre a su alrededor y negocia con la persona que se espera que sea y la persona que quiere ser. Una que (perdonad que me enlace a mí misma) no tiene que encajar con un ideal de mujer marcado por la sociedad, porque ella puede ser, y es, al mismo tiempo, muchas personas.
No Comments